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jueves, 7 de octubre de 2010

barcelona parte 1:

Hace un mes que conocí a un hombre, tengo dieciocho y el treinta y ocho, la primera vez que lo vi fue en una plaza de Barcelona, mi abuela me invito por tres meses para pasar mis vacaciones, por supuesto mi abuela conociéndome mejor que mi madre sabe de mi activa vida sexual y me dijo que me dejaría una llave de su casa y me daría la pieza de abajo. El primer día que llegué conocí a Nicolás el nieto del nuevo esposo de mi abuela, razón por la que ahora vivía en España y no en Argentina. Nicolás es de cabello castaño y con algunos rulos, no tiene el gran físico, pero tiene unos ojos verdes que te dan vida y te trasmiten pasión, el día que me fue a buscar al aeropuerto llevaba unos jeans y una remera blanca ajustada con unas zapatillas deportivas. Era pleno verano, yo llevaba un vestido de hilo fino blanco, unas zapatillas de lona, un pañuelo y un chaleco.

Apenas salí del avión me saqué los lentes de sol, traté de ubicar a mi abuela, pero en cambio lo encontré a el preguntando si yo era Sara, le sonreí y el se paralizo, mi respuesta fue ¿Y tu nombre? Nicolás tiene dieciocho, el es él chico más dulce que conozco. Ese primer día me besé con el en el auto antes de llegar a lo de mi abuela. Convivir con él a diario no fue ni es problema, dado que trabaja casi toda la tarde y yo duermo en las mañanas, durante las noches en las que mi abuela, María Ángela y Antonio, su esposo, se van a comer fuera o a bailar tango o flamenco dependiendo el día, veíamos películas y tomábamos una copa de vino, me sacaba a comer o a diferentes sitios de moda.

A la semana de haber llegado a Barcelona conocí a Armando Corza, un hombre de treinta y ocho años dueño de la mayor empresa textil de Barcelona, con mucha plata, el tenía unos ojos marrones casi negros y penetrantes, era de estatura media alta, metro ochenta, con un color de piel un tono más claro que él trigueño, el cabello medio corto, medio largo y negro, una sonrisa que era solo mía y que me derretía. El día que nos conocimos tenía puesto una camisa blanca de lino abierta hasta el tercer cuarto botón que dejaba ver una parte de su pecho, tenía los puños arremangados por encima de los codos, un pantalón jeans negro que le quedaba hermoso y unas zapatillas blancas deportivas; yo iba con un vestido blanco de lino, que tenía unas tiritas finas que sostenían la liviana tela, tenía unas zapatillas de lona y mi pelo estaba rizado.

Ese día Nicolás no había ido a trabajar, así que me llevó a un parque que tenía una fuente en el centro, llena de árboles y de sol, estaba llena de alegría. Él me compró un refresco y nos quedamos mirando a un grupo de cinco hombres que eran gitanos, estaban a un costado de la gran fuente tocando sus instrumentos, tocan música gitana, no había cosa que me gustase más que el flamenco, estaba tan concentrada en la música que cuando levante la mirada y lo vi parado del otro lado de la multitud, unos ojos tan profundo y penetrantes que me comencé a sentir desnuda en medio de la plaza, tenía cara de gitano, pero parecía que tenía mucha plata, más de la que podía decir.

Me tomaron de la mano y me sacaron a bailar, Nicolás se reía al igual que yo, pero a mi no me molestaba, porque yo si sabía bailar flamenco, era una rumba que decía mucho, que contaba una historia, él hombre avanzó por la multitud y se acercó al centro donde había un gran espacio para la banda y para nosotros. Mientras el estaba hipnotizado con mis ojos yo le bailaba alrededor, en un momento eso cambió y me hizo dar unos pasos que con sinceridad no esperaba y mucho menos que el supiese bailar. Cuando termino la música me alejé y fuimos a un banco con Nicolás, me dijo que se tenía que ir con unos amigos, pero yo prefería quedarme, me quedé con un poco de plata y un juego de llaves, me podía guiar a la perfección.

Luego de un rato la gente se dispersaba, en un momento lo visualicé, me estaba mirando, otra vez tuve esa sensación de desnudez, su figura era atrayente, no era joven claramente, pero tampoco viejo, se acercó de a poco y se sentó en el banco de costado mirándome.
- te molestaría decirme tu nombre, no todos los días conozco un ángel como tu que baila como el mismo diablo- me miró con esos ojos que me quitaban el aliento y me despojaban de la ropa, su sonrisa era perfecta, con un toque cínico y una voz de gitano, esa mezcla solo me decía que vivía más del peligro que de lo pacífico, pero no importaba, aun que sentía la necesidad de huir de ahí, me quedé relajada
- Sara, ¿El tuyo?- pregunté mientras me ponía de costado, desvié la mirada y cuando volví me di cuenta que en la mano izquierda tenía la marca de un anillo que se saca todas las mañanas y se coloca todas las noches
- Armando, ¿Te gustaría ir a tomar algo?- sus ojos decían lo que el no, decían donde y por que querían ir a tomar algo- después de unas copas de vino quizás ir a mi departamento frente al mar y hacer el amor hasta la noche, ¿Te gustaría?
- Eres demasiado directo, demasiado tentador y peligroso, sin contar que estas casado, pero el plan me agrada, sin embargo preferiría tomar el vino en la cama y luego de tener sexo, no lo llames hacer el amor por que tengo un concepto diferente de él amor, así que si me muestras el camino a tu auto estaría bien- el soltó una risa entre dientes, me paró tomándome de la mano enrollándola en su cintura, pasó su brazo por mis hombros, tomó mi refresco y comenzamos a caminar.

Fuimos a su auto que era más que hermoso, era un lujo, un Peugeot 307 cc negro, simplemente perfecto, amaba ese auto. Estuvimos dentro del auto un buen rato besándonos, luego arrancó y estuvimos callados hasta llegar a su departamento con vista al mar, ese hombre se excedía con la plata ¿Qué acaso era de la mafia? Yo ya estaba húmeda, durante el camino me estuvo tocando, pero me pidió que no lo tocase, como era obvio a el se le notaría y a mi no.

Subimos hasta el piso dos el departamento tres un número que no me decía más que suerte, era mi número el veintitrés, entramos con rapidez guiados por el instinto más poderoso la excitación. Pasamos sin prestar atención entre besos y caricias, cuando llegamos a su cuarto me dejó de espaldas a la pared y frente a él, sus manos se metieron debajo de mi vestido deshaciéndose se mi ropa interior y aferrándose de mi trasero me estrelló contra su cuerpo, comenzó una lucha interminable de placer entre nuestras lenguas, hasta que se decidió por bajar remarcando toda la línea de mi cuello, haciendo círculos y succionando mi piel.

Me dio vuelta con brutalidad, apoye mis manos contra la pared y pegué mi trasero contra su entrepierna, arqueando mi espalda. Me sacó lo que me quedaba de ropa, me recogió el cabello con la mano y me beso la espalda, desde mis omoplatos hasta la parte más baja ida y vuelta. Me paso el cabello por el costado para apoyar su mano izquierda en la pared, su mano derecha paso por el costado de mi cuerpo comenzando a bordear mi pecho derecho para pasar por el medio de ambos y seguir bajando hasta mi vientre para acariciarlo, lo que más me enloquecía era la lentitud con la que lo hacía, sus manos eran suaves y grandes, siguió su camino bordeando la parte izquierda de mi pelvis, siguió bajando hasta llegar a mi centro.

Subió mi pierna izquierda a una silla que había a un costado, sus caricias me hacen delirar de placer, masajeando mi clítoris, llegando hasta mi entrada sin pasar, comencé a producir pequeños gemidos de pena y deleite según el momento, sus caricias aumentaron el ritmo provocándome jadeos interminable que no me dejaban respirar con normalidad.

Me dio vuelta colocando mi pierna derecha sobre la silla y se arrodillo colocando sus manos sobre mi cintura con fuerza, mi brazo derecho se enredo entre mis cabellos y la pared, mientras que mi otro brazo se apoyaba en su hombro derecho, su lengua era calida y húmeda, comenzó a dar pequeños besos alrededor de mi sexo, cuando beso mi clítoris no puede más que dar un gemido. Comenzó a lamer mis muslos hasta que su lengua comenzó a jugar con mi clítoris y por ende con mi cordura, no sabía lo que quería, si quería que siga o que pare o que me de más. El fue bajando hasta meter su lengua en mi centro metiéndola y sacándola, provocando pucheros de mi parte cuando la sacaba pero sonrisas cuando la metía nuevamente, era malditamente bueno en esto, no recuerdo que ningún otro hombre me haya dado tanto placer y eso que recién comenzaba.

Cuando comenzó a succionar mi clítoris mis gritos aumentaron y mi cuerpo se comenzó a estremecer, bajé mi pierna, el me sostenía con fuerza, dado que prácticamente el soportaba todo mi peso, mis piernas estaban sobre sus hombros una de mis manos se sostenía de la silla y la otra de un mueble que tenía a mi costado, sentía que todo se estaba desvaneciendo bajo mi cuerpo hasta que explote con un extenso orgasmo que complete con un largo grito de placer, acababa de llegar al edén, sentí por un momento que me derretía, mi cuerpo era como gelatina y aun temblaba un poco.

Cuando me puede mover realmente lo senté en la silla besándolo salvajemente entre besos, aumentando la pasión mientras el acariciaba mis muslos. Le fui sacando la ropa, mis besos fueron creando un camino por su pecho hasta que llegué a su abdomen provocando que se tensara, me arrodille entre sus piernas y comencé a jugar con su hombría, los movimientos que hacía con mi boca eran tentadores, los sonidos de satisfacción que producía me indicaban que tanto le gusta lo que le hacía tenía sus manos detrás de la cabeza, sus ojos apretados y su mandíbula tensa.
Después de un rato cuando estaba más que duro subí hasta su oído pidiéndole que me penetrara mientras le mordía el lóbulo de la oreja él sonrió, pero no respondió, se lo volví a pedir mordiendo su hombro y oyendo su risa.

perdón la demora y la falta de imagenes, ya lo voy a publicar de nuevo con imagenes, espero que les guste...